Macacha Güemes

RELATO

Ciudad de Salta 20 de enero de 1816

  • Martín, si no me escuchas es imposible que lo consigamos
  • Qué querés Macacha, no estoy para charlar…
  • No soy tarada, no estamos jugando como cuando éramos chicos. Entiendo perfectamente en la que estamos metidos, pero escuchame por favor.
  • A ver dale, no sea que se me aparezca el espíritu de nuestro padre castigándome porque te maltrato.
  • Si pudiera te daría yo la paliza. Escuchame; mientras tejía uno de los ponchos se me ocurrió una idea. Vamos a coser unas polleras con bolsillos internos, ahí vamos a poner cartas con información que te las vamos a hacer llegar al cuartel. El otro día oí que Pezuela está con vientos a favor, los españoles podrían atacar en cualquier momento. San Martín necesita que declaremos la independencia para que pueda llevar a cabo su campaña libertadora en Mendoza, pero Rondeau te la está haciendo difícil. No te va a perdonar nunca que le hayas sacado los refuerzos en la Batalla del Marqués. Aunque sinceramente creo que está buscando una excusa para justificar su posterior derrota de Sipe Sipe. Cortémosle los víveres Martín, poné a los “infernales” como trinchera para que quede aislado. Y cuando se canse de hambre y sed le propones llegar a un acuerdo. Yo pongo la casa, firmas una tregua y apaciguamos la cosa. Salta está controlada, pero no por mucho tiempo.
  • ¡Pero mujer! ¡Me están metiendo presión por todos lados y vos querés que haga un pacto con ese caprichoso de Rondeau! ¡Él tiene el mando de las tropas del gobierno!
  • ¡De qué gobierno me hablas si ni siquiera podemos firmar la independencia! Se tiene que dar cuenta que vos sos el gobernador de Salta y que vos decidís acá! No vamos a parar con la “Guerra Gaucha”. Venimos controlando bien el avance de los españoles. Lo tenemos que convencer. Déjame que mande a dos de mis tejedoras al campamento, le entregamos el documento con las condiciones y organizamos el encuentro.
  • Macacha, es un peligro, no sabemos cómo puede reaccionar.
  • Ese es tu trabajo, el documento tiene que estar bien redactado, yo te ayudo si querés. Tiene que ser detallado, todo lo que sabemos de los españoles, las intenciones que tenemos con las tropas gauchescas y tu charla con San Martín. Demostrale confianza, no sos un traidor. Pero que sepa también de tu rudeza. No podemos seguir estancados de esta manera, así no vamos a construir una nación y nos comen los de afuera. Y todo nuestro esfuerzo será en vano. La batalla de Tucumán, los gauchos que te siguen, ¡que vos mismo entrenaste! ¡El pueblo te eligió y tenés que responder!

Guemes miró dubitativo a su hermana . Le seguía sorprendiendo esa destreza que tenía con las palabras. Aún vestida con su vestido morado, con encaje y seda que resaltaba su belleza, veía a una guerrera. La misma que con su oratoria había logrado hacer volver a Salta a su marido de Famatina,  castigado por ofender a un camarada frente a sus oficiales. La idea no era mala, aunque riesgosa. Y es verdad que era urgente terminar con esta grieta que impedía tanto conseguir la independencia de la nación como también su gobernación y la protección del norte argentino.

  • De acuerdo, pero no quiero que el mensaje le llegue a Rondeau en un sobre de una pollera. No quiero que sea por escrito.
  • Bueno, entonces voy yo. No será la primera ni la última que tenga que salir a convencer a un hombre.

Y así fue como Macacha hizo de mediadora entre el Jefe del Ejército Auxiliar del Perú y el Gobernador de la Intendencia de Salta en lo que concluyó como el Pacto de Cerrillos del 22 de marzo de 1816.

El Pacto se concertó para cortar “hasta los asomos de desconfianza que unas almas inquietas y perversas han procurado sembrar entre el Ejército Auxiliar y las tropas de la digna provincia de Salta y en vista de los males que contra nuestros deseos, aparecían ya amagando la destrucción de los habitantes, la ruina de los pueblos y la pérdida tal vez del sagrado sistema de la libertad”.

BIO

María Magdalena Dámasa Güemes, o como la llamaba su hermano, Macacha, nació en diciembre de 1787 en el seno de una familia de la alta sociedad de Salta. En aquel entonces las castas, o clases sociales estaban bien diferenciadas, y era muy común hacer notar esas distinciones, es decir, las relaciones entre una u otra clase no eran muy frecuentes. No fue el caso de los hermanos Güemes, familia numerosa que si bien eran hacendados e hijos de funcionarios españoles (tesorero real de la corona), tenían un trato bastante igualitario respecto de los peones del campo, o la gente más humilde en general. Su padre Gabriel de Güemes Montero le enseñó a escribir y leer, tocar el piano y la flauta desde muy pequeña, algo poco usual en esos tiempos. Su formación le dió las herramientas para ser una mujer astuta, estadista y emprendedora. Pero más valió su espíritu solidario, su humildad de corazón, y su actitud tenaz.

Martín y Macacha eran muy cercanos, gente de campo que tenían contacto constante con la naturaleza, con la libertad del viento que los acompañaba en cada cabalgata, en cada juego entre los cerros, en cada carrera bajo el cielo azul salteño. Ni su despedida cuando Martín debió partir a cumplir con su carrera militar en Buenos Aires ni su matrimonio con Román de Tejada a los 16 años, impidieron que esa relación se quebrara. “Nos despedimos en un abrazo interminable” escribió ella en su diario.

Y llegó la revolución de Mayo de 1810. Y ambos no dudaron en ponerse a disposición de la causa. Y muy en serio. Martín convocó a un ejército de gauchos que lo seguirían hasta el final de sus días y más también. Macacha instalaría un taller en su casa con sus primas y amigas para confeccionar uniformes para esta nueva tropa independentista. Con ponchos rojo sangre, los gauchos de Güemes fueron bautizados como “Los infernales”. De esta manera, los hermanos Güemes se ganaban al pueblo del norte. Interminables batallas inundaron la región del norte conteniendo el avance de las tropas españolas que intentaban recuperar la colonia. Y si bien la defensa de Salta y otras provincias fue exitosa, también el Ejército Auxiliar del Norte tuvo que sufrir fuertes derrotas, como por ejemplo la batalla en Sipe Sipe en 1815. En ese vaivén de avances y retaguardias, las tropas criollas tenían diferencias internas. Los generales y líderes no siempre estaban de acuerdo en cómo defender a la Patria naciente.  Así sucedió con Güemes y el General Rondeau, enemistados por diferencias y cuestiones personales, dificultaban el consenso político necesario para poder firmar la independencia de las Provincias Unidas.

Macacha tuvo un rol fundamental para acercar las partes. En su estancia “Los Cerrillos” que tenía con Ramón Tejada capitán del Regimiento de Patricios con el que Macacha se casó a los 16 años, se firmó el pacto que daría lugar a una tregua entre los generales. De esta manera, con el norte argentino en paz y las diferencias entre patriotas por un tiempo resueltas, el 9 de julio de 1816 se firmó la independencia en la ciudad de San Miguel de Tucumán.

Las batallas, los ataques, y las guerras independentistas no terminaron allí. San Martín logró que los fondos nacionales fueran destinados en parte para su campaña del cruce de los Andes,mientras que el norte estaba protegido de los ataques españoles gracias en gran parte a Güemes y su ejército de “infernales” en Salta. Pero las diferencias internas, parte de nuestra historia, persistieron. La provincia más linda no comulgaba con los ideales de los Güemes, su “guerra gaucha” y su popularidad entre los más pobres. Martín tenía muchos enemigos internos. Su hermana siempre estuvo ahí para hacerles frente. Como cuando los opositores crearon un partido político “Patria Nueva” , y ella creó la “Patria Vieja” del que continuó participando aún luego de la muerte de su hermano en 1821.

Unos años más tarde Martín fue emboscado y herido de una bala por el español Valdés que había ocupado la ciudad de Salta. Murió a los pocos días y ella decidió seguir con la causa, no bajar los brazos, en su honor. Fue apresada junto a su madre y su marido. Y liberada por el pueblo en lo que se conoció como la “Revolución de las Mujeres” en Salta. Nunca estuvo muy de acuerdo con los gobernadores que sucedieron a su querido hermano y sostuvo su tenacidad cuando se requería, recordándolo y homenajeándolo hasta su propia muerte, un 17 de junio, mismo día en el que éste murió, 65 años más tarde, con 79 años de edad.

Su inteligencia y su destreza política y diplomática la consagraron como la flor de la montonera. Su corazón y amabilidad como la madre del pobrerío que era.

POEMA

Mi hermano, mi guía, mi otro yo

Mi sangre, mi gaucho, mi fiel convicción

Te sigo, seguime, hacia un mismo camino,

por cerros y montes de esta Patria que estimo.

Aunque me vaya o te ausentes

unidos mi hermano, hoy y siempre

tu hermana eterna

Macacha Güemes